La voz
— Son
como perlas con perfiles cimbreantes
— Sí,
pero de color rojo — resonó en su cabeza.
— Flotan
frente a mí como si de una danza macabra se tratara ¿por qué?
— ¿Recuerdas
las píldoras? — le recordó aquella voz en su mente
— Sí,
pero estas no son transparentes. Son densas, de un rojo intenso.
— Mira,
ahora es Ana la que flota ante ti — le indicó la voz mientras el rostro de Ana
se giraba para quedar a la altura del suyo.
— ¿Has
visto sus ojos? Están exageradamente abiertos, como si estuviera sorprendida por
lo ocurrido.
— Ni se
te ocurra pensar que la culpa sea por lo que le dijiste, o por tu forma de
actuar; en realidad ha sido por el dolor que le ha infligido el filo del cuchillo — oyó esta vez
Y Juan,
por primera vez desde que desconectó la gravedad artificial de la estación
espacial, percibió que en su mano derecha portaba el cuchillo de cocina que
había utilizado para preparar la ensalada que iban a cenar esta noche y de
repente… fue consciente de todo. La abrió y dejó que este flotara junto al cuerpo
inerte de Ana. De su Ana. De la misma Ana con la que llevaba compartiendo el módulo
científico desde hacía seis meses y vida
y cama desde que se conocieron en la facultad de exobiología en Madrid.
Juan
recordó, como si de un sueño se tratara, que sus pastillas salieron al exterior
junto con los residuos orgánicos que periódicamente eliminaba para que la
ligera órbita de Marte las desintegrara.
— Juan,
recuerda que tienes que terminar el trabajo que has empezado — le dijo aquella
voz de su cabeza interrumpiendo sus recuerdos,
Y Juan, nunca sabría
que él jamás tomó pastilla alguna, ni que accidentalmente algo de aquella
muestra que le hicieron llegar desde la base marciana sobre la que giraban
desde hacía meses se introdujo en su interior.
Aquella voz sabía que
su futuro dependía de poder controlar a
aquel ser para que, uno a uno, acabara con el resto de la tripulación y después…
consigo mismo. Si todos eran igual que Juan, iba a ser una raza fácilmente manipulable y el viaje
hasta el planeta azul estaba asegurado, pues de alguna manera adivinó que el
cuerpo de Juan terminaría en su planeta de origen. El ejército terrestre nunca
deja a sus compañeros atrás.
El resto… sólo era
cuestión de tiempo.
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