Este mes me centro en una autora
que no estaba en la lista; sí, lo reconozco, no improviso. Mis autores están
previstos, pero con el de este mes he hecho una excepción por recomendación de
una persona que sabe infinitamente más que yo de esto de las letras. Aunque sí conocía
que fue Premio Príncipe de Asturias de las letras en 2008, no me había
planteado la lectura de alguna de sus obras hasta este momento. Y ¿sabéis una cosa? Ya
estáis tardando en echar mano a alguno de sus libros, así que para que sepáis
algo más de ella este mes os voy a hablar un poco de esta autora canadiense:
Margaret Atwood.
Margaret
Atwood
Hablar de una autora que sigue
escribiendo y mora entre nosotros en estos momentos — espero que por muchos
años más — no es lo mismo que hacerlo de alguien que ya nos espera en el más
allá para intercambiar sus opiniones sobre lo escrito de él o ella. Margaret
Eleanor Atwood vino a este mundo un mes de noviembre de 1939 en la ciudad de
Ottawa, que si la memoria no me falla es la capital de Canadá. Margaret es la
segunda de tres hermanos que junto a sus
padres, pasaron gran parte de su infancia entre Quebec, Ottawa y Toronto; dicen
que como consecuencia de la profesión de su padre que era zoólogo y realizaba
por aquellos años un estudio de entomología forestal en esta zona.
La razón por la que se
convirtió en ávida lectora quizá no fuera esta o sí, porque se criaron sin radio
ni televisión, teniendo como vía de escape la biblioteca familiar en la que no
le hacía ascos a ningún género literario.
En 1957 inicia sus estudios universitarios en Toronto
graduándose cuatro años más tarde en Filología Inglesa, obteniendo un máster en 1962 e impartiendo
clases durante años en diversas universidades de Canadá e incluso en la de
Nueva York. Aún lo hace a fecha de hoy de vez en cuando.
Margaret Atwood; su obra
“Un
gran pulgar procedente del cielo se posó sobre mi cabeza y la presionó
fuertemente. Así surgió mi primer poema, cargado de melancolía y romanticismo,
típico de los 16 años”. Así contestó Margaret Atwod en Bilbao
cuando le preguntaron el porqué se consagró a esto de escribir, no dejando
claro si lo hizo por vocación o por inspiración divina, aunque terminó
reconociendo que desde muy temprana edad leía todo lo que se cruzaba en su
camino, incluso a día de hoy sigue leyendo hasta las indicaciones de los cereales
según reconoce ella misma. Más tarde aclaró que estaba cansada de que le
hicieran la misma pregunta una y otra vez y con esta respuesta genial nos
demostraba su capacidad para sorprender, capacidad de sorpresa que ha sabido trasladar
perfectamente a sus obras.
Margaret Atwood no sólo domina
y escribe novela, si no que su obra poética es prolífica, realizando también
artículos de crítica literaria así como ensayos, relato corto e incluso guiones
televisivos.
Aunque reconoce que su primera
vocación no fue la de ser escritora, quería ser bióloga, comienza a los
diecisiete años en el mundo de la poesía, ganando en 1961 la medalla E.J. Pratt
por su libro de poemas “Double
Persephone”, libro que por cierto auto publicó diseñando ella misma la cubierta
y con una tirada inicial de tan solo doscientos veinte ejemplares — para que
luego digan que la auto publicación es un invento de ahora — y compuesto tan
sólo de siete poemas.
A Margaret Atwood no le gusta
hablar de influencias en su forma de escribir, su gran bagaje lector le hace
recibirlas por todos lados aunque reconoce que el impacto más potente que
recibió en su juventud fue la lectura de
Edgar A. Poe. Ella mismo reconoce que no es una literatura que se tenga que
dejar a mano de los niños, pero sus padres se lo permitieron porque sabían que
no contenía escenas de sexo y aunque le producía verdadero terror, no sabría
explicar hasta qué punto ha terminado influenciado su obra. Lo cierto es que es
una verdadera especialista en crear atmósferas desasosegantes, sobre todo en
sus novelas distópicas.
Ciertamente podemos comprobar que
en toda la obra de Atwood se puede apreciar su preocupación por el activismo
ecologista, los derechos humanos y la igualdad de las mujeres y aunque en los
últimos años se encuentra en la lotería de los Nobel, a fecha de hoy no lo ha
conseguido.
Margaret Atwood reconoce
cuándo le preguntan que no es buena para
establecer una rutina a la hora de escribir, sino que lo suele hacer a salto de
mata. Comienza lentamente y cuando ve la meta cerca aprieta el acelerador y
puede tirarse diez horas frente al teclado. Esto, según ella misma reconoce,
tiene mucho que ver con su naturaleza errante pues aparte de las conferencias y
el activismo político y social, sigue siendo profesora de diversas
universidades lo que le hace tener la maleta siempre a punto y le dificulta el
mantener la rutina de la que hablamos.
Margaret Atwood, feminista y activista
Dicen que su activismo en
defensa del medio ambiente nace de su experiencia en los bosques del norte de
Quebec donde su padre realizaba sus estudios de zoología. Ella misma reconoce
que aprender a sobrevivir en la dificultad, a encender un fuego bajo la lluvia
o disparar con un arco para conseguir alimento fue determinante para generar la
preocupación que le lleva a ser una de las activistas más famosas de Canadá. De
hecho, cabe resaltar que se le concedió el premio Príncipe de Asturias en 2008
no sólo por la agudeza y la ironía con la que aborda los distintos géneros sino
y, especialmente, por su defensa de la dignidad de las mujeres.
Si algo hay que reconocerle es
el compromiso de toda su obra con todo aquello que defiende y eso es lo que le
da ese toque de excelencia y es que Margaret Atwood imagina futuros
descabellados teniendo como base lo peor de la sociedad actual y además sin
recurrir a viajes espaciales o robots desquiciados.
En fin, una autora a la que
hay que acercarse. Espero que con estas pocas líneas os haya generado cierta
curiosidad y lo hagáis. Merece la pena.
Sed buenos y leed mucho.
Jesús Coronado - 2022
Publicado en Caja de Letras
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