El Nudo Windsor
Federico lleva desde el amanecer frente al espejo con la
corbata en la mano. Desde que se jubiló ha ido a menos y en los últimos meses
me he percatado de que sus despistes van a más. Yo, con la excusa de darle un
beso de buenos días, me acerco y le hago el nudo Windsor que tanto le gusta y
ya no recuerda hacer mientras le digo
cuanto le quiero. Hoy, sin que se diera cuenta, le he metido en el bolsillo de
la chaqueta una tarjeta con la dirección y el teléfono de casa.
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