El premio me había cogido por sorpresa. Era la primera vez que además de seleccionarnos entre los finalistas ... nos premiaban. Aunque nuestras bodegas eran bastantes conocidas, la marca seleccionada no. El enólogo la había presentado a concurso sin consultarme.
A Eduardo le hubiera gustado. Llevábamos veinticinco años juntos en el negocio, peleando a brazo partido para llevar a la empresa adelante. Por eso cuando subí a recibir el premio, lo sentía allí, formando parte del vino que tenía entre mis manos. Incluso cuando el jurado describió las cualidades del caldo, lo vi reflejado a él. “Un vino con cuerpo, de color intenso. Que transmite sensaciones fuertes en boca y un regusto áspero y rancio. Un vino con carácter.”
Así fue como lo vi por última vez. Alguien le dijo lo que había ocurrido entre su mujer y yo. Intenté explicarle que fue sólo una locura puntual, que nos dejamos llevar por el momento, que nos arrepentimos al instante. Nos importaba demasiado. Pero estaba fuera de sí, intentó agredirme varias veces, me defendí como mejor pude. Hasta que la mala suerte se alió conmigo. Tropezó y cayó, golpeándose la cabeza. Se hundió en un instante. Quedé paralizado, acertando sólo a cerrar la cuba que estaba inspeccionando en ese momento para controlar el proceso de fermentación. Se encontraba en una zona aislada de la bodega, nadie lo encontraría.
Pero tú verdadero carácter volvía a salir a la palestra, incluso después de muerto seguías luchando a brazo partido conmigo. Nos habías dado un vino excelente.
Me empezaba a preguntar cual sería el resultado de las dos cubas contiguas.
FIN
JESUS CORONADO