Pequeño teatro
Cuando
tuve que plantearme qué libro comentar de Ana
María Matute encontré
una bibliografía sumamente amplia donde
elegir, evidentemente, pero “Pequeño teatro” me atraía especialmente por dos
razones: ser el primer libro que escribió y por la magnífica descripción que
realiza tanto del entorno como de los personajes a lo largo de toda la novela. La
primera descripción de personaje que realiza es la “Ilé Eroriak”, el actor
principal de la obra. Aquí la tenéis, juzgad vosotros mismos.
“Ilé Eroriak era de cortos alcances, tardo en
hablar, y había quien hallaba estúpida su sonrisa. Sus escasas palabras a
menudo resultaban incoherentes y poca gente se molestaba en comprender lo que
decía. Sin embargo, había un rayo de
luz, fuerte y hermosa luz, que atravesaba el enramado de sus confusos
pensamientos, y le hería dulcemente el corazón. Su grande, su extraordinaria imaginación
le salvaba milagrosamente de la vida. También su ignorancia, y sobre todo,
aquella fe envidiable y maravillosa. Ilé Eroriak creía en todo, profundamente.
Amaba el mar sin saberlo, hasta el punto de ser, hasta entonces, la única cosa
en el mundo capaz de hacerle llorar o reír”.
“Pequeño
Teatro” se publica en 1954 tras obtener el “Premio Planeta.” Su autora, Ana M.
Matute, solo tenía 28 años. La propia Matute reconoce en una entrevista, que el
libro lo escribió cuando tan solo tenía 17 años. Es anecdótico que lo
presentara en un cuaderno escolar cuadriculado en la editorial Destino,
editorial que le dio largas tras decirle que era menor de edad y necesitaba el
permiso de su padre. Posteriormente, y tras la publicación de su novela “Los
Abel” que quedó semifinalista en el Premio Nadal, la terminó presentado, once
años después, al Premió Planeta. Y lo ganó.
“Pequeño
Teatro” gira en torno al mundo que se mueve alrededor de su protagonista Ilé
Eroriak, un joven adolescente desamparado que deambula por las calles de
“Oiquixia”, un pequeño pueblo pesquero donde sus habitantes desnudan sus
sentimientos, sus mezquindades, sus envidias y odios, el amor y todas las pasiones que el ser humano
arrastra desde el momento en que la luz del Sol daña los ojos. Donde la
aparición de “Marco”, un forastero excéntrico que se hace amigo de la inocencia
de nuestro protagonista, levanta un auténtico revuelo en la sociedad de más
allá del puerto.
Solo
el viejo Anderea, el maestro titiritero, será un amigo de verdad para Ilé
Eroriak, al que deja dormir, como a sus viejos muñecos, en una de las
estanterías donde reposan recordando viejas historias; lugar desde el que
observa el movimiento pausado de los títeres evolucionando con las historias
inventadas por el viejo Anderea, historias que el maestro titiritero manipula
con sus manos al igual que el destino zarandea al resto de los personajes,
manejándolos como títeres de hilos invisibles en un pequeño teatro donde se
presiente la tragedia, donde las pasiones marcarán las decisiones y donde se
anticipa un final poco feliz donde el amor y la amistad son zarandeados y
quebrados como un junco por el viento.
Pequeño
Teatro está lleno de magníficas descripciones. Todos sus personajes, Marco,
Zazu, Kepa Devar, y hasta las amargadas y rígidas hermanas Antías, son tallados
como figuras en madera de balsa, utilizando un lenguaje casi poético que
sorprende en una joven de tan solo diecisiete años, capaz de describir todo un mundo lleno de
metáforas y llevarnos de la mano para iniciar un baile lento con los hilos que
manejan el destino de todos. Menos de Ilé Eroriak. El sabio enajenado del que
todos hablan y todos envidian en el fondo de sus corazones.
“Pequeño
Teatro” es un anticipo de lo que vendría después en su “Olvidado Rey Gudú” y
todo un descubrimiento para mí. Quizás por mi afición a la poesía o simplemente
porque la prosa casi poética con la que Matute impregna su obra es capaz de
hacerte sentir el salitre del mar que impregna la atmosfera en que Oiquixia se
mueve.
Recomiendo
su lectura a los que gusten de una historia pausada que se mueve lentamente
descubriendo a los personajes y sus sentimientos poco a poco, como si
degustaras una onza de chocolate puro al que dejas deshacerse lentamente en la
boca.
Jesús Coronado 2015
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